lunes, 19 de julio de 2010

Y sigue aferrándose a mi muñeca.

Tengo un amigo sin fecha de caducidad que me ha hecho un regalo. Me ha dado una información muy valiosa, acompañada de una licencia para reflexionar libremente sobre ella y un permiso especial para escribir las conclusiones precipitadas que pueda alcanzar.

-
Lo que lo mueve todo es el miedo. Te dicen que es el amor, pero es mentira. Es el miedo.

Dicho esto, comencé a darle vueltas a la idea, después de enfadarme con el Cine y la Literatura, esos dos grandes mentirosos que, al parecer, llevan engañándome muchos años.

Definición de miedo:
1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.


Como dice la Real Academia, se trata del temor a un riesgo que no tiene por qué ser siempre real. La inexistencia del peligro no reduce la sensación de angustia. Si no os fiáis del diccionaro, creed a una persona que, de niña, estaba convencida de que una bruja que vivía debajo de su cama con un brazo verde y putrefacto lleno de verrugas, le agarraría la muñeca si se atrevía a intentar coger el vaso de agua de la mesilla. Y el miedo le hizo pasar sed muchas noches.

El diccionario también se refiere al desasosiego provocado porque suceda lo contrario a lo que queremos. Las decisiones -desde elegir qué desayunar hasta el "sí quiero" en las bodas- nos condicionan y nos abren una puerta cuya apertura provoca el cierre automático de muchas otras . ¿Y si la decisión no ha sido la correcta? ¿Y si creemos que algo va a funcionar y no lo hace? Entonces llega el temor a que ocurra lo opuesto a lo que nos interesa. Miedo, una vez más.

Está siempre ahí, a lo largo de toda nuestra vida, porque, ante una hipotética inexistencia del miedo, ¿desaparecería el riesgo, o se haría aún más peligroso? Si no existiera el recelo, nada nos asustaría y nos atreveríamos con TODO. Esto significaría la desaparición del freno y, por tanto, la toma de decisiones que, con la existencia del miedo, no nos aventuraríamos a tomar. Se nos presentarían oportunidades que a lo mejor desecharíamos en otra situación. Pero, por otro lado, supondría la exposición directa a muchas más equivocaciones.
Los aciertos y los errores los condiciona el miedo. No es relevante el nivel de importancia de la determinación, ni el terreno en el que nos movamos. Todo se rige, inevitablemente, por el miedo.

Entonces ¿por qué tanto empeño en hacernos creer que el motor de todo es el amor? ¿Simplemente porque queda más bonito? ¿O porque nos da pánico pensar que el que mueve los hilos de todo es el propio miedo? Probablemente. Pero, enfocándolo así, no puede ser el amor el protagonista, ya que se trata de una marioneta más, supeditada a las decisiones basadas en los temores y los recelos.

Si me atrevo con una conclusión tan tajante es porque conozco el miedo pero no el amor y, tanto la ignorancia como el escepticismo, me han robado la palabra. Culpadlos a ellos si estáis en desacuerdo. O a mi amigo sin fecha de caducidad que me ha engañado.

Independientemente de quién o qué sea impulsor y culpable de éxitos y fracasos -sea el miedo, el amor, el sexo o el azar- lo innegable es que las turbaciones y desasosiegos están siempre presentes, apuntándonos y amenazándonos por la espalda.

Si pensar así es inútil o si supone una ayuda a la hora de seguir trazando el camino de nuestras vidas, no lo sé. Una vez más me ha dado por revolver en una caja enorme y demasiado desordenada. Ahora las grandes y las pequeñas verdades se están riendo de mí y de mis desenlaces enredados. Pero tampoco daño a nadie si me apetece masticar una duda más. Como mucho, a estas alturas, el lector se habrá arrepentido de haber perdido un par de minutos de su tiempo leyendo estupideces, pudiendo haber abandonado en la primera, en la tercera o en la duodécima línea. Si es así, me disculpo. Pero no prometo dejar de hurgar en temas inabarcables porque, de vez en cuando, me gusta meterme donde nadie me llama.
Además, mi amigo sin fecha de caducidad me ha dado, sin darse cuenta, otra duda para rumiar: los placeres fáciles y el vacío que algunos de ellos provocan. Pero esa es otra historia que queda aparcada hasta que el miedo se vaya de mi cabeza y me devuelva mi independencia. Maldito miedo, siempre ahí, incordiando.

Lo.

2 comentarios:

Héctor dijo...

Muerte al miedo! y muerte a esa filosofía tan tétrica, pesimista y pretenciosa de resultar original.

la existencia con el miedo como compañero es más un sin vivir que otra cosa.

y siempre será mil veces mejor, o más, errar por ir de despechado, por valentía, por arriesgarse a vivir. se aprende mas de las equivocaciones, que de andar por la vida sin haber metido nunca la pata, con una estadística intacta pero con mucho riesgo a resultar totalmente vacía.

cuestión de prioridades o elecciones.

Pablo Gonz dijo...

Los filósofos muchas veces hablan de sí mismos cuando creen estar hablando del mundo. "Lo que lo mueve todo es el miedo" es frase típica de miedoso.
Un abrazo,
PABLO GONZ