lunes, 26 de julio de 2010

Lección (de charol).

Las canicas -redondas, brillantes, pulidas- rodaban por el suelo de mármol blanco. Cada una tomaba una dirección, distanciándose del resto y buscando en la superficia lisa y despejada, una trayectoria propia que nada tuviera que ver con la que elegían sus compañeras. Verde, rojo, amarillo, granate, azul, blanco, naranja, celeste, negro, violeta, gris, rosa, marrón... los colores seguían girando sobre sí mismos, como si quisieran pintar el mármol y dibujar en él, líneas entremezcladas y gritos de tonalidades contradictorias y enmarañadas.

La niña de los zapatos de charol que observaba atentamente aquel caos de canicas nerviosas y agitadas, se agachó frente a ellas con el propósito de poner fin al espectáculo. Con las palmas de las manos comenzó a frenar los saltos y las rápidas carreras que aquellas pequeñas bolitas se empeñaban en iniciar, y, poco a poco fue reuniéndolas en un montón en el que se barajaban todos los colores. Pero las canicas no se dejaban vencer tan fácilmente y, cuando la niña pensaba que las tenía a todas bajo control, alguna rebelde se escapaba entre sus dedos y emprendía de nuevo la marcha sin ninguna timidez. Esto complicaba mucho la operación, porque una de las manos tenía que abandonar el rebaño para perseguir a la fugitiva, lo que obligaba a la otra mano a hacerse cargo de todas las demás. Al ver la vigilancia reducida en un 5o%, las canicas cautivas aprovechaban la situación para buscar rendijas entre los dedos y escapar rodando antes de que la otra mano se percatara de su escapada.

Tras varios intentos fallidos, la niña admitió que era imposible dominarlas a todas... Cada vez que lograba capturarlas, alguna bolita desafiante y juguetona encontraba una fisura por la que colarse. Así que se rindió, lanzando con furia las canicas que quedaban en sus manos y aceptando, con rabia y resignación, su forzosa libertad. Éstas brincaban, chocaban contra el suelo y proclamaban su indiscutible victoria con un alegre estruendo.

La niña de los zapatos de charol reconoció que, si no era capaz de domar a un puñado de canicas desobedientes, nunca conseguiría tenerlo todo bajo control.

Lo.

1 comentario:

Pablo Gonz dijo...

A mí me pasó esto con unas ideas que me imaginé en forma de bolas rojas. Ya te contaré cómo llegué a esto.
Un abrazo. Sigo leyéndote.
PABLO GONZ