Hoy me he levantado con la felicidad exaltada de quien ayer estuvo triste. Me he levantado con los ojos hinchados de llorarte y de dormirte, de recibirte, de aposentarte, de decirte adiós y de darte la bienvenida. Me he hecho un café llamado Roma que sabe a septiembre, a amaneceres trasnochados y a tu cocina. Ha fluído por mis ríos, ha reconfortado mi estómago que llevaba dos días masticando agua salada, pues hay llantos dadores de vida y de muerte.
Hoy me he levantado con una batalla perdida a la que le queda un soldado. Tengo entre mis manos una flor marchita con un sólo pétalo de luz roja; una vela apagada con un rescoldo tenue. Y ante mí, unos ojos verdes tristes, cargados de rencor y con la capacidad de sonreír en pausa.
Y yo, tengo las ganas de dotar de fuerza al soldado, de revivir la flor, de encender la vela, y de conseguir que tus ojos vuelvan a decirme lo feliz que eres.
Hoy me he levantado con ánimo exultante, con deseo de mimarte, con hambre de tus manos, con ganas de quererte. Porque vi el miedo mirándome a la cara, arrojándome su aliento -que es tan frío como dicen- y supe que a quien quiero contemplar y quien quiero que me contemple, no es ese rostro helado, sino tu ojo de cíclope besándome con las pestañas.
Te quiero.
Lo.
1 comentario:
Preciosa declaración de amor.
Publicar un comentario