lunes, 30 de mayo de 2011

Pum-pum, pum-pum.

Ven, acércate, pon tu mano en mi pecho, ¿lo notas? ¿No? Ven, acércate, apoya tu cabeza en mi pecho. ¿Ahora lo sientes? ¿ahora lo oyes? Pues escucha lo que dice porque te está hablando a tí, a nadie más que a tí. ¿No te sientes especial? ¿Ni un poquito? Puede que sólo sea verborrea encarnada y densa. A lo mejor es sólo palabrería desarticulada y pegajosa. O quizás sean promesas, palabras bonitas, o poesías disfrazadas de alternancia; quién sabe. Pero a mí no me interrogues con esa mirada del color de la hierba mojada, que yo no estoy autorizada para traducir. ¡No me mires así que sabes que tus cejas implorantes convierten mi firmeza en plastilina! Eres tú quien tiene que descifrar esos latidos inconexos, porque vibran para tí. Palpitan, se agitan, tiemblan para que tu atención impaciente y nerviosa se canse de revolotear a su alrededor y se pose sobre ellos.

Ven, acércate, instálate en mi pecho, que quien vive aquí tiene una historia que contarte.

Lo.

No hay comentarios: