miércoles, 8 de septiembre de 2010

Tiempo libre.

Me sobran horas para perderme en las manchas de humedad del techo. Componen formas inauditas, que acaparan mi atención durante minutos que parecen semanas. Tengo todo el tiempo del mundo, y lo empleo en envolverme en las sábanas arrugadas y en abrazar cojines buscando la hospitalidad de una postura. La música de fondo jamás se silencia, y si lo hace, sigue sonando en mi cabeza. El suelo es una manta de libros abiertos. De vez en cuando estiro el brazo, escojo uno al azar y hojeo alguna página amarillenta, pero me canso enseguida y le devuelvo su labor de alfombra de papel. No he vuelto a hablar ni a subir la persiana. A veces cierro los ojos sin llegar a dormirme nunca. Me pierdo en ese duermevela desconcertarte, del que despierto confundiendo sueño y realidad. (¿Existes?) Me deleito en mi propio aburrimiento, quejándome y maldiciendo la que ha sido mi elección.

Al fin y al cabo, ¿qué hago aquí si el mundo sigue girando fuera?
Pero, ¿qué haría yo en un mundo que sigue girando si hace tiempo que he optado por detenerme?

Lo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó, Lo. Como siempre muy poético. Me quedo con la "hospitalidad de una postura".

Un saludo.

Manuel dijo...

Pararse cuando el mundo esta frenético a veces es cansacio, otras olvido de lo bello de la vida y las mas veces falta de buena compañía. Muy evocativo tu relato. Me he sentido así algunas veces.