jueves, 19 de agosto de 2010

Vuelve.

Frente a ella sólo había un sillón exactamente igual al que le servía de asiento. Miraba fijamente las curvas que dibujaban los reposabrazos y las líneas sinuosas que definían el respaldo. Era una silueta vanidosa y petulante. La butaca estaba abarrotada de flores granates, verdes, violetas y amarillas... un tapizado espantoso. Odiaba aquel estampado de flores tanto como odiaba aquel sillón presuntuoso. Y sin embargo no podía dejar de contemplar el vacío que lo ocupaba.


Sus párpados se habían congelado, sus ojos resecos y enrojecidos escudriñaban la misma estampa inalterable porque no existía nada más. El mundo se había desvanecido, quedando reducido a una horrorosa butaca arrogante, y a una disponibilidad incorpórea y sangrante.

Vuelve.

Lo.

2 comentarios:

Propílogo dijo...

Hasta la foto está donde debería estar.
Disponibilidad incorpórea. Qué asco de sillón vacío. Qué asco de vacío.
Es una imagen perfecta. Con la adjetivación necesaria. Y eso no es fácil. Enhorabuena.
P.

Manuel dijo...

Lo que pesa a veces tirar el café... porque siempre sobra. Nadie viene a sentarse al lado de uno a charlar. Sorbo a sorbo, mirar tu casa y descubrir que te sobra todo... Hasta el espacio.