lunes, 23 de agosto de 2010

Noctambulismo.

Limones mojados, flotantes. Limones ahogados.
Nado en 37,5 grados y alguien estornuda al otro lado del mundo.
Encuentro cobijo anónimo con fecha de caducidad. ¿Sigue lloviendo?
Arrastro los pies y me doy cabezazos contra una pared de humo.
Ardor por un módico precio.
Qué bien te sienta ese corte de pelo. ¿Tienes fuego? Quiero quemarme el flequillo.
Ese cumplido se ha empañado, enciende la luz.
Los violines no existen y solamente el terciopelo es suave. Me lo ha dicho mi conciencia.
Y otra vez se ha manchado la compostura.
Qué mal suena esa tos.
Me he dejado las gafas de sol en el cajón, junto a la vergüenza. El cerrajero no vino ayer.
Piedras y memorias incrustadas. Las lagunas más profundas están llenas de tí.
Intercambiamos colonias y pienso que el hospital no está tan lejos. Allí tienen sábanas limpias.
Me pierdo en mi propio caos de maquillaje reseco y ropa interior de encaje.
Buenos días, el plato está en la mesa.
Los arañazos se quejan y yo te echo de menos.
¿Y tanta palabrería para esto? Bah.

Lo.

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