martes, 3 de agosto de 2010

M.

Una bocanada de aire cálido le dio la bienvenida.
Ambiente seco, desolado, abrasador (a modo de saludo).

El asfalto incandescente templaba las plantas de dos pies valientes que se atrevían a recorrerlo. El pavimento renegrido y asfixiado sudaba, y su secreción alquitranada ascendía hasta encontrarse, sin permiso, con su olfato. Había llegado el verano a desertizar la ciudad, a despojarla de la hospitalidad primaveral y a privar a su prisionera de dóciles y tibios atardeceres.

El tráfico había sido más vivo que ella y se había disuelto antes de que agosto se atreviera a amenazarlo. Lejanas las bocinas, corrió por el medio de la carretera, saltando de línea en línea y buscando en la memoria del color blanco un recuerdo de frescura. No lo encontró. Transitó por todas las calles cercanas sin dar con un soplo atenuante, con una brisa paliativa.

Fatigada, se sentó en el borde de la acera con los brazos reposando sobre las rodillas temblorosas y la cabeza hundida entre las piernas. Su respiración acelerada se fue sosegando poco a poco hasta alcanzar la calma y el silencio que la ciudad le ofrecía. En su desorientación febril, decidió esperar sobre el suelo encendido a que llegara el otoño a pintar la ciudad con su brocha ocre y crujiente.

Y la llamaban impaciente.

Lo.

1 comentario:

Pablo Gonz dijo...

Estimada Paloma:
Hace algún tiempo que colaboro con el Diario Austral de Valdivia (un periódico leído por unas 50.000 personas en la Región de Los Ríos, Chile) y me gustaría proponer la publicación en nuestra sección semanal de cultura de tu microrrelato “DESENLACE” (que aparecería con tu firma y con la URL de tu blog). Si te parece bien, mándame tu conformidad escrita al siguiente correo:
pablogonz68@gmail.com
Un cordial saludo,
PABLO GONZ