lunes, 21 de junio de 2010

Grietas y relojes.

Las manecillas del reloj del salón hacían tic tac.
El tic tac de las manecillas del reloj del salón no coincidía con el tic tac de su reloj de muñeca.
No había coherencia, no había equilibrio, no había paz.

Tic, tac, tic, tic, tac, tac, tic, tac, tac, tac.

Ella, tumbada en el suelo frío, miraba fijamente el techo blanco. Una grieta lo cruzaba. Era una grieta torcida, angulosa, fea, aterradora; que parecía aumentar cada vez que los tics y los tacs descompasados se enfadaban y se superponían.

Cerraba los ojos porque no podía cerrar los oídos, deseando que eso que tenía dentro, esa sensación tan desconocida como angustiosa, no creciera al mismo ritmo que la fisura de su techo.

Tic, tac, tac.

Lo.

2 comentarios:

Claudia Sánchez dijo...

Ay... qué sensación de arritmia!
Muy bueno Paloma.
Saludos!

Nel Morán dijo...

Me agobió. Microrrelato que logra agobiar. Muy bueno.

Blogsaludos