miércoles, 18 de agosto de 2010

Veintidós.

Me gustan las fresas con nata, andar en bicicleta, las sábanas muy frías, el olor de las cerillas, dibujar en mis piernas, leer, hacerme preguntas sin respuesta, los besos en la nuca, la orilla del mar, las palomitas, las canciones que te hacen vibrar, el otoño, las manzanas muy verdes, el sonido de las pisadas sobre la nieve, los árboles de Navidad, viajar, el tacto de los melocotones, los ojos que sonríen, buscar formas en las nubes, dejar la mente en blanco, hundir la mano en la arena, el café muy caliente, reír, rascarme las picaduras, la soledad escogida, lavarme las manos con Mistol, tomar el Sol, ganar a las cartas, señalar las frases que me gustan en los libros, perder la cabeza, la combinación sofá-manta-película, las miradas cómplices, pulsar los botones de los ascensores, hacer barcos de papel, ponerme nostálgica, los reencuentros, el pastel de cabracho, el viento, las depresiones autoprovocadas, las calles empedradas, los columpios.

No me gusta que me toquen en pelo, ni las flores, ni las espinacas, ni dormir con las persianas abiertas, ni el idioma portugués, ni la purpurina, ni las sonrisas forzadas, ni la manzanilla, ni los petardos, ni conducir, ni las uñas largas, ni los niños, ni las frutas escarchadas, ni las faltas de ortografía, ni las cucarachas, ni la perfección, ni la primera galleta del paquete, ni las joyas, ni los payasos, ni la falta de naturalidad, ni los aparatos tecnológicos, ni los domingos, ni los gatos, ni los cipreses, ni el color malva, ni el arroz en las bodas, ni la intimidad revelada, ni los helados de vainilla, ni el fútbol, ni los pies, ni las tormentas, ni las películas predecibles, ni los planes a largo plazo, ni el pepino, ni los sueños que se repiten, ni las mentiras, ni los zuecos, ni echar de menos, ni que llegue el autobús cuando acabo de encender un cigarro.

Hoy cumplo
veintidós años y sigo considerándome una completa desconocida. Espero ser capaz de ir encajando las piezas del puzzle .


Con un año aprendí a caminar.
Con dos, me asustaba el fuego.
Con tres, empecé a ir al colegio.
Con cuatro, fui adicta a La Sirenita.
Con cinco, leía en voz alta cada letrero.
Con seis, llegué a Gijón.
Con siete, merendaba bocadillos de chocolate viendo Scooby Doo.
Con ocho, supe que las matemáticas no eran lo mío.
Con nueve, los Reyes Magos revelaron su identidad.
Con diez, forraba mis carpetas con recortes de revistas.
Con once, escribía un diario.
Con doce, era la más bajita de la clase.
Con trece, "¿pero dónde vas con esas pintas?".
Con catorce, lo fotografié todo.
Con quince, el tabaco llegó para quedarse.
Con dieciséis, me quitaron la ortodoncia.
Con diecisiete, creí enamorarme.
Con dieciocho, cambió mi vida.
Con diecinueve, las amistades ( y los tréboles) se consolidaron.
Con veinte, abrí los ojos.
Con veintiuno, disfruté.
¿Con veintidós?

Lo.

4 comentarios:

Propílogo dijo...

Felicidades. Con veintidos escribirás y te analizarás lo suficientemente bien como para guardar un texto que encontrarás dentro de unos años y compararás con el recién escrito, a los treinta, a los cuarenta. Y entonces verás -tal vez- que lo que sí es inmutable es la propia variabilidad. Y que la manta y el sofá, las nucas, la arena, la Mistoldermofilia... siguen ahí; pero también han llegado los niños, el parche de nicotina, paquetes llenos de primeras galletas, el descubrimiento de que ir a trabajar en coche es la mejor forma de encontar la soledad escogida...

patatasdecomer dijo...

palorro!
me siento muy identificado con lavarse las manos con mistol y jugar a las cartas!por que sera?ajajaja
eso si..lo de los barcos de papel...mejor di que te gusta la papiroflexia abstracta...


felicidades palomiiiin =)

Pablo Gonz dijo...

Felicidades, Paloma.
Un envidioso abrazo,
PABLO GONZ

Anónimo dijo...

Muy bueno, Paloma. ¡Y felicidades!
Un saludo.