lunes, 9 de agosto de 2010

Perfectamente.


Todo iba perfectamente.

Desayunaba tostadas con mermelada de fresa, su favorita. El café estaba muy caliente, como a ella le gustaba; y el zumo de naranja, recién hecho. A través de la ventana que daba al balcón, se colaban algunos rayos de Sol tímidos y madrugadores.

Todo iba perfectamente.

Acababa de salir de la ducha, el pelo mojado le caía por los hombros, y algunas gotitas de agua se deslizaban apresuradas por su espalda llegando a humedecer la goma de sus braguitas de flores. El olor del champú se mezclaba con el del café y el resultado era embriagador y agradable.

Todo iba perfectamente.

Desde su posición, podía a ver a los primeros trabajadores deambulando por la acera, y algunos coches demasiado dormidos aún como para enfrentarse entre ellos.
Si se volvía, adivinaba en el suelo la sucesión de huellas mojadas procedentes del baño. En el sofá descansaba una manta, todavía revuelta y arrugada, que le había hecho compañía durante la película de la noche anterior. Y a su lado, en el caballete, amanecía un cuadro sin terminar que prometía quietud e ingenuidad.

Todo iba perfectamente.

El tocadiscos reposaba sobre una mesa de madera clara, y emitía sus primeros sonidos del día, haciendo que las tostadas supieran aún mejor e ilustrando la escena de forma impecable.

Ma chambre a la forme d'une cage,
le soleil passe son bras par la fenêtre...

Je veux seulement oublier
et puis je fume...


Se encendió un cigarrillo que fumó despacio, a caladas profundas y espaciadas, llenando sus pulmones de un humo azul tan dañino como anestesiante. Lo apagó en el plato, al lado de la taza, fusionando sus dos grandes vicios. Se quedó unos minutos más mirando por la ventana mientras escuchaba cómo se morían las últimas notas.

Todo iba perfectamente.

Se levantó, recogió la bandeja y la dejó sobre la encimera de la cocina.
Habiendo terminado el desayuno y la canción, el día recuperaría su ritmo habitual, el vacío volvería a estar presente y las inseguridades ordinarias se colarían de nuevo por debajo de la puerta.

El café con su cigarro, la ducha de las mañanas, la luz a través del cristal, la letra de una canción, la mezcla de aromas, la soledad elegida... Los detalles que colorean la cotidianidad hacen que a veces -sólo a veces- todo vaya perfectamente.

Lo.

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