jueves, 15 de julio de 2010

Silencio: genio creando.

Sentado frente al caballete con el pincel en la mano, tomó aire y se propuso, una vez más, revolucionar los paradigmas del Arte (sí, del Arte con mayúscula).

Introduciendo el haz de pelo en los diferentes colores que teñían su paleta, comenzó su proyecto con firmeza y determinación. Pronto, se sumió en el éxtasis habitual, en esa pérdida de razón que se apodera del genio cuando éste está creando. El pincel viajaba del óleo al lienzo con agilidad y ligereza; y así, el blanco- silencioso y anodino- iba adquiriendo formas y matices que le restaban apatía y le aportaban fuerza y personalidad.

Cuando -minutos, horas o días después (¿quién mide el tiempo?)- los últimos rincones del lienzo fueron cubiertos, el artista regresó de su mundo de ingenio y retomó el contacto con la realidad.

La sorpresa y el asombro volvieron a apoderarse de él cuando comprobó, por enésima vez, que no había roto moldes, que su revolución volvía a estar perdida. Su yo de lino se reía de su talento.
Se hallaba, de nuevo, ante el autorretrato de la mediocridad, con un ego desmesurado y una autoestima demasiado elevada.

Lo.

3 comentarios:

Lebrab dijo...

El "yo" de lino también se encuentra cuando nos ponemos ante el espejo y vemos nuestra propia mediocridad.

Claudia Sánchez dijo...

Bueno, al menos reconocía la mediocridad. Hoy muchos exponen, bajo el relativismo más absurdo.
Buen relato Lo.
Saludos!

Pablo Gonz dijo...

Los paradigmas del arte se rompen cuando ellos quieren. De casualidad no falta el tipo que se encuentra cerca con un martillo. Y ése se le tilda de rupturista.
Un abrazo,
PABLO GONZ