Cuando decidí que las casas de muñecas me quedaban pequeñas y que prefería pintarme las uñas de azul, nos distanciamos. Fue cuando nuestras pieles se convirtieron en plastilina, en chicles soldados pero independientes, en sabores incompatibles.
Fresa. Punto y aparte.
Menta. Punto y aparte.
Maldito cirujano.
Tú estuviste en el Sur y yo en el Norte, tú estuviste en China y yo en París, tú estuviste en Mercurio y yo en Saturno. Tú sonreíste a dos metros de mí y no me miraste. Yo me dormí frente a tí porque te ignoré.
Y aún así no llegamos a rompernos. Al menos no del todo.
Cuando alguien pulsó el interruptor nos encontramos. Tomábamos el mismo café, respirábamos el mismo aire, fumábamos el mismo cigarro, nos sentábamos en la misma silla, compartíamos las mismas palabras.
Las costuras se arreglaron, las puntadas pendientes se remataron y los pespuntes deshilachados se recolocaron. Volvimos a creer en los Reyes Magos y en la mantequilla con azúcar.
Dime que te acuerdas.
Dime que te acuerdas.
Lo.
1 comentario:
Los siameses pueden separase pero sus costuras no se rompen nunca. uno jamas olvida la complicidad del amor y del cariño.... jamás
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