domingo, 12 de febrero de 2012

I wish.


Le dijo la tiza a la pizarra que te despidió en la puerta. Se acabó el cautiverio bajo sábanas de presidiario. Las que nos escondieron, las que nos atraparon, las mismas que tú planchaste con las palmas de tus manos. Se me olvidaron las normas y los esquemas pautados para trazar las palabras que encierran nuestros abrazos. Qué más da. Sólo quiero rendir homenaje a nuestras horas y al tiempo que se detuvo. Celebrar las sonrisas de tus ojos y el olor a dormido que se oculta en el ángulo que dibujan cuello y hombros. Respirarte. Venerarte. Amar cada uno de tus recovecos y perderme en todos ellos. Ahogarme en el calor profundo de tu saliva y en la gravedad de tus silencios. Y suplicar que te quedes, para borrar la frase de la pizarra que te despidió en la puerta.

Lo.

miércoles, 4 de enero de 2012

Nightmare of shadows.

Cuando por fin conseguí escapar de mi sombra, empecé a echarla de menos.

Lo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Súplica.


Escuecen los ojos y los párpados pesan cuando llueve agua salada. La piel -plastificada, tirante, rígida- permite que fluyan serpenteando miles de toboganes, que van a dar al abismo y que arrastran maquillaje.

La incomprensión es suya, nacida de sus rarezas y anomalías.
La soledad es fruto de los enredos de su identidad, pero palpable y húmeda como las lágrimas que tiñen de color charco el algodón de su camiseta.

A pesar de todo(s).

Lo.

martes, 4 de octubre de 2011

Un rêve.


A veces, mantengo la inocencia intacta de Amélie Poulain. La guardo en un frasquito de cristal con un tapón de borla azul marino; y me miro al espejo con los ojos grandes y la boca pequeña. Las notas hilvanadas por Yann Teiersen se escapan a través de un imaginario y viejo tocadiscos de madera, de esos que no dejan que el silencio enmudezca del todo, de los que arañan apaciblemente el misterio. Entonces, abrazo mis propias rodillas sobre una silla inestable, mientras me sumerjo en los recuerdos templados que nunca han tenido lugar.

Por la mañana, yo me levanto un poco antes y dejo que sea el Sol quien te abra los ojos y quien caliente las sábanas blancas. Hago café y compro croissants para desayunar desnudos, porque es domingo, y hoy no retratamos turistas, ni damos masajes, ni hacemos la cama. Nos levantamos tarde, pues la premura es de los viajeros; y, para nosotros, tanto el carrusel de Montmartre como la estación de Abbesses seguirán estando ahí. Jugamos a ser los reyes de Lironia, ese país inventado en el que todo tiene cabida y los sueños son más factibles que en Nunca Jamás. Me peino a lo garçon para tí, y a última hora, cuatro pies acompasados desfilan sobre los adoquines de la Rue Lepic, rumbo a la Maison Catherine. Estamos aquí, en el lugar en el que las alcantarillas saciadas riegan las calles angostas; en la ciudad de los tejados bonitos que llaman a sentarse a le soir.

Corren malos tiempos para los soñadores.
Lo.

martes, 23 de agosto de 2011

Hoy.

Hoy me he levantado con resaca. Pero no es una resaca de alcohol, de humo de tabaco, de noches brumosas y grises. Es una resaca que sonríe de medio lado, que está agotada de esconder la amargura bajo las sábanas gastadas y sucias.

Hoy me he levantado con la felicidad exaltada de quien ayer estuvo triste. Me he levantado con los ojos hinchados de llorarte y de dormirte, de recibirte, de aposentarte, de decirte adiós y de darte la bienvenida. Me he hecho un café llamado Roma que sabe a septiembre, a amaneceres trasnochados y a tu cocina. Ha fluído por mis ríos, ha reconfortado mi estómago que llevaba dos días masticando agua salada, pues hay llantos dadores de vida y de muerte.

Hoy me he levantado con una batalla perdida a la que le queda un soldado. Tengo entre mis manos una flor marchita con un sólo pétalo de luz roja; una vela apagada con un rescoldo tenue. Y ante mí, unos ojos verdes tristes, cargados de rencor y con la capacidad de sonreír en pausa.
Y yo, tengo las ganas de dotar de fuerza al soldado, de revivir la flor, de encender la vela, y de conseguir que tus ojos vuelvan a decirme lo feliz que eres.

Hoy me he levantado con ánimo exultante, con deseo de mimarte, con hambre de tus manos, con ganas de quererte. Porque vi el miedo mirándome a la cara, arrojándome su aliento -que es tan frío como dicen- y supe que a quien quiero contemplar y quien quiero que me contemple, no es ese rostro helado, sino tu ojo de cíclope besándome con las pestañas.

Te quiero.


Lo.