Le dijo la tiza a la pizarra que te despidió en la puerta. Se acabó el cautiverio bajo sábanas de presidiario. Las que nos escondieron, las que nos atraparon, las mismas que tú planchaste con las palmas de tus manos. Se me olvidaron las normas y los esquemas pautados para trazar las palabras que encierran nuestros abrazos. Qué más da. Sólo quiero rendir homenaje a nuestras horas y al tiempo que se detuvo. Celebrar las sonrisas de tus ojos y el olor a dormido que se oculta en el ángulo que dibujan cuello y hombros. Respirarte. Venerarte. Amar cada uno de tus recovecos y perderme en todos ellos. Ahogarme en el calor profundo de tu saliva y en la gravedad de tus silencios. Y suplicar que te quedes, para borrar la frase de la pizarra que te despidió en la puerta.
Lo.